Alguien me preguntó una vez: y, ¿por qué te gusta tanto La Palma? A lo que yo respondí: No sé... Pero tienes que ir.
Ahora, sentada en esta terraza frente al mar, sintiendo que las olas acarician mis oídos, he vuelto a escribir. Y es que no lo hacía desde hace más de 15 años cuando era tan sólo una adolescente.
Hoy he vuelto a estar en paz, a sonreir cuando me levanto, en definitiva, sentirme relajada (condición harto difícil en mi).
Después de ese "me encanta cómo te levantas aquí", mi cabeza se puso a funcionar y me vino a la mente el por qué aquí y solo aquí, puedo volver a ser esa niña inquieta, traviesa, extraña, risueña que habita en mi.
Lejos de la rutina, de mi día a día intoxicado, de la tierra a la que amo, y que a la vez me ahoga...
Por eso, quizás ahora, sea el momento de partir, de volver a encontrarme todos los días con esa niña, esa a la que no faltaban alas para volar.
Y es que aquí me siento como en casa. No sé si es su luz, su gente, su brisa, su ritmo... Pero si pudiese definir la felicidad, le pondría el nombre de este momento. Del olor a tinta en el papel, el roce del aire sobre mi piel, de mis pies desnudos, la sonrisa en la mirada y la sensación de que el paraíso existe cuando cuerpo y alma están en consonancia.
Toc, Toc... La autocrítica me despierta, para decirme voz en "off" que lo escrito no es tan sentido, ni tan especial, que quizás, mis líneas sólo sean el principio de un gran borrador... A la vez sonrío porque he vuelto a escribir. Mi ego se ensancha mientras mi razón me dice: TRANQUILA, NO TE EMOCIONES...
